Aquella
fue la última vez que la vi. De camino a aquel lugar tomé un taxi y el
conductor puso aquella vieja canción sobre que decía “adiós le dije estrechándola
en mis brazos” y sin querer comencé a pensar en cómo sería aquello, mas nunca
pensé lo que aquel día me aguardaba.
Cuando
llegue aquel lugar me vio, cruzamos algunas palabras tan corteses como siempre y
hablamos sobre su próximo matrimonio, sobre sus preparativos y ahí mismo me lo dijo,
aquel día se iba. Me habló de cómo se iba con su prometido y este le había pedido
dejara su rutina para dedicarse a él, sin duda un tipo afortunado y una mujer
enamorada, era como tener los cuatro ases. La verdad era que más que una plática,
aquello era una despedida.
¿Cómo
me sentí? La verdad es que algo en mí se quebraba por dentro, algo en mi me decía
que debía sujetarla junto a mí y no dejarla ir por nada, algo me pedía que me
arrodillara y le rogara que se quedara conmigo, la parte más fuerte me
imploraba que aquella era la última oportunidad para decirle que la amaba. ¿y
que hice? La abracé fuertemente sabiendo que era la última, le dí mis mejores
deseos, le dije lo feliz que estaba por ella y nos despedimos, encendí un
cigarro mientras seguí con la vista su figura por última vez, Llevaba una falda
gris y una blusa blanca cubierta en su saco azul, sus pronunciadas caderas se movían
al compás del movimiento de sus zapatillas y con ella se llevaba la última de
mis ilusiones.
¿Llorar?
Tal vez sí, pero jamás aprendí bien a llorar, los hombres no lloran, yo solo sabía
escribir y cantar. Esa noche canté las melodías más tristes que conocía, sin
embargo la que escuché esa mañana irónicamente había sido una premonición.
A
veces aun al no poder llorar canto, sin embargo hoy amanecí con un nudo en la
garganta, hoy es esa fecha que ella se casa, hoy callé mi guitarra e intenté
llorar pero no pude, será por eso que tome la pluma y solo escribí estas
letras, cada letra es una lagrima y cada verso un amor perdido…
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