sábado, 27 de junio de 2020

fantasía

hola que tal, espero que esten bien y les agradezco por leer esto, el presente escrito nació como un reto por parte de uno de nuestros lectores quien me retó a escribir algo de índole erótica, la verdad no soy muy bueno en este genero pero espero que les guste y me regalen un comentario al final, gracias.

JLEA.


Enrase sus ojos frente a mí, sus labios temblaban por los nervios y mi corazón palpitaba por la emoción del momento.

Hacia unas horas le había dicho que la amaba y lo tanto que la deseo, después de tanto hablar al fin la convencí y ahí estábamos, mi habitación a media luz y nuestra soledad era el más maravilloso de los ambientes.

La besé y sentía su estremecer, incluso su aliento denotaba su nerviosismo y mi mano temblaba, le dije su nombre y la volví a besar, esta vez ya no podría más, su negro vestido y su blanca piel se llevaron mi sensatez, mi mano izquierda en su mejilla y la derecha en su cintura, y con otro beso mi mano bajo hasta su pecho tan redondo y cálido como un sol.

Mi mano derecha paso a su espalda y llego hasta el cierre de su vestido y no pude más que bajarlo, me miró y noto que no quería otra cosa más que poseerla y solo se limitó a ver como bajaba el cierre. Aquella prenda caía poco a poco dejando entrever el rojo color de su lencería, el mismo color que tanto había soñado en mis fantasías con ella.

Por fin la veía Así  y no podía más, la amaba y la deseaba tanto que aquello no me parecía real, le dije su nombre de nuevo y otro beso nos quitó el nervio. Se puso de pie para que pudiera quitarle el vestido y así lo hice, y su lencería y piel me excitaron tanto que sentía que en aquel momento podría renegar hasta de mi vida por entrar en su cuerpo.

Volvió a sentarse junto a mí en la cama y su negra cabellera le cubría los hombros, pero aun así pude ver un lunar que incitaba a besarle ahí, aquello fue inevitable; fue ahí que sentí mi ropa estorbar y mi camisa se fue de mi tan rápido que no sentí mas que sus brazos rodearme y mi bragueta desabrochar mi pantalón y ropa interior también se habían ido, estaba ahí junto a ella en plena y entera desnudez deseándola y amándola tanto como no podía más y sin duda alguna miró mi erección algo que no podía disimular.

Seguí besándola del hombro a los labios hasta que mi mano fue a dar a los broches de su brassiere, el cual desabroche con un poco de ayuda de ella puesto que mi nerviosismo se hacía evidente, quite la prenda con cuidado para descubrir sus pechos, aquello que tanto deseaba ver y eran mejor que mi imaginación, dos blancos cúmulos de piel adornados con unos exquisitos pezones color marrón, mi atención fue directo hacia ellos como un niño buscando el pecho de su madre y los besé hasta que sentí sus quejidos por una pequeña mordida que dí, ya no podía parar y solo vi sus ojos mirándome fijamente en actitud un tanto sumisa pero el deseo se podía ver.

Aquella mujer había sido tan deseada por mí que hasta este punto solo me enfocaba en hacer aquello que tanto había soñado en mis fantasías y sus pechos me parecían tan hermosos que de la nada me perdía en su piel peri aquello aun guardaba para mí lo más hermoso que ella tenía.

Siempre que veía pasar mi mirada se iba tras sus caderas y forma de caminar y ahora aquel monte de venus estaba aquí junto a mi tirada en mi cama como tantas veces la había soñado, esta vez mi mano izquierda no pudo más y se metió entre su ropa interior para tocar sus glúteos y por fin palpar con mis manos aquello, primero en forma de caricias y después apretando, le di un beso más en la boca para decirle nuevamente lo que la amo, y pegada a mi pude sentirla nuevamente estremecer mientras mi mano sujetaba su ropa interior, nuevamente se puso de pie para quitarla al fin la vi desnuda en plenitud.

Al fin descubrí su cuerpo, era una poesía y en ella estaba escrita lo más romántico del mundo y lo más erótico del universo. No pude más, me eché a la cama mientras ella subió sobre mí, nuestros calores se hallaron y mientras nos mirábamos fijamente pude entrar en su cuerpo, esta vez se estremeció con un dolor entre sus piernas, y yo ahí dentro pensaba más que con el instinto que con la cabeza y aquel repetitivo movimiento se llevaba tanto mi razón y la inteligencia que en aquel momento fui suyo y yo de ella, y mientras aquel movimiento se aceleraba y nuestros ritmos se acoplaban, me di cuenta que aquella venus que tanto buscaba, aquella Elena que tanto anhelaba estaba aquí dándome el mayor de los placeres aquel tan oculto, tan discreto, tan prohibido tan de ella y mío.

Juro que aquella noche fui más feliz que lo que hasta entonces había podido serlo, y cuando de repente nuestros cuerpos sucumbieron ante el orgasmo, mi semen quedo dentro de ella marcándola para siempre con mi nombre en su historia, ella bajó de mí y nos miramos fijamente su nombre salió de mi boca con un te amo y nuestros cuerpos quedaron ahí y rendidos para luego dormirnos en posición de abrazo. Ahí la amé y ahora en mis recuerdos la amo tanto que solo en mis recuerdos vive lo profundo de su pasión y lo hermoso de su ser...

FIN.


lunes, 22 de junio de 2020

La Noche De Mi Mal

Hay historias que se escriben para perdurar por siempre, para que los que vengan atrás puedan leerlas, para que ni el tiempo ni la muerte puedan con ellas, pero esta no es una de esas. Al decir verdad he retardado lo más posible el capítulo final ya que hasta este momento llegue a pensar que no tendría uno, sin embargo tuve que rendirme y darle uno.

La última vez que la vi fue algo fugaz, recuerdo que su silueta desprendía un aura de alegría mientras la mía un poco de ansiedad, sabía que era la última vez que la veía y eso me dejaba un sabor amargo en la boca que hasta escribir estas letras aún conservo,. Ella se acercó a mí y me dio un abrazo cálido con un beso en la mejilla (el penúltimo) que me arrancó una sonrisa, me miro amablemente y conversamos sobre mi presencia en aquel lugar, la verdad poco recuerdo hasta que cambiamos de tema y me lo dijo

-       - ¿Sabes que me voy este viernes? –

Aquella tarde era miércoles, y mi mente se volcó a la cercanía de la partida

-       - No, no sabía ¿Por qué tan pronto? –

Le dije aunque sabía perfectamente el porqué de aquella situación, aquel con que se iba había encontrado ya todo lo necesario en la nueva ciudad, ya nada la ataba aquí puesto que ella ya tenía su ansiada libertad. Y ni siquiera yo podría haberla detenido

-       - Si fíjate, estoy que me muero por irme, pero ya por fin -  

Me dijo con una sonrisa que se le notaba en todo el rostro

-       - Pues es una gran noticia,  ya verás que te ira muy bien, y pues a disfrutar todo lo nuevo que se viene, se que será una gran vida para ti. –

Le contesté siendo optimista

-       - Debes cuidarte mucho, te voy a extrañar y espero que pronto nos volvamos a ver, eres un gran amigo y pues estamos en contacto, no dejes de mandar mensaje cuando quieras. –

Fue cuando me dijo eso que mis ojos se pusieron vidriosos y lo disimulé lo mejor que pude. Nunca como en ese momento sentí la angustia de lo perdido, la forma de aquella despedida estaba siendo algo amena pero hubiese preferido que se quedara, que aunque fuese por lo más inverosímil del mundo me hubiese dicho que era broma y me amaba, o bien me hubiese pedido irme con ella, pero no, dios no cumple antojos y nuestra historia se cerraba ese día.

Un abrazo y un último beso cerraron aquel encuentro con la promesa de volvernos a ver en algún momento de nuestras vidas. Han pasado unos meses desde entonces.

No he escrito desde entonces porque como mencioné antes, hasta este momento esperaba que no fuera aquel el final. Esta tarde mientras me dedicaba a mis actividades abrí el cajón con aquella declaración de amor que escribí en aquella ocasión, y como una ironía de la vida, mientras recordaba esas palabras sonó aquella lapidaria frase de una canción de José Alfredo, que cual epitafio me recordaba aquel sabor amargo de mi boca y rezaba:

-       .- Si yo te hubiera dicho no me dejes, mi propio corazón se iba a reír -