Tenía tanto miedo de enamorarme, precisamente porque no quería hallarme en esta situación. Para describir eso debería hacer una crónica detallada pero a falta de lucidez emocional sólo puedo describirme. Al principio supe que al ver sus ojos estaba tomando un riesgo, pero creyéndome fuerte y que podría controlarlo, acepté frecuentarla; luego vinieron sus palabras, sus visitas, sus abrazos, y sin saber ya había perdido.
Miles de veces había tomado cuidado de no dejarme ir por una ilusión, de no enamorarme, ni siquiera tomar el mínimo dejo de extrañar a alguien, y ahora aquí estaba, desesperado por verla, obsesionado con oírla, como cualquier loco que busca aquello que calme su angustia. La ansiedad comenzaba a recorrerme desde hace tiempo, estaba controlándome, incluso me iba bien con las esperas, pero en un momento de debilidad caí tan alto que no supe como llegué a este grado.
Miraba a través de las ventanas buscándola, abría mis ojos para encontrarla bien, y recorría en mi cabeza ese impulso de salir corriendo ¿qué si conocía las drogas? Claro que sí, las conocí el mismo día que me hice adicto a ella, y me hice loco el mismo día que la empecé a necesitar. He estado preguntándome que diría mi terapeuta de todo esto, sin embargo este impulso por verla corrompe más que cualquier palabra. No puedo dejar la obsesión, no puedo dejar de pensarla, no quiero dormir por miedo a soñarla, ni quiero morir por miedo a dejar de verla.